la foto es de Robb Debenport, tomada de www.debenport.com
Para mí "poseer a una mujer" es la posibilidad de adentrarme en la intimidad de su alma a través de la intimidad sexual. No quiero sólo abrirle las piernas y penetrarla: quiero entrar en ella cabalmente, fundirme en sus secretos al hacerle el amor, conocerla enteramente y apreciar esos secretos que sólo muestra una mujer cuando se apasiona y gracias al placer libera sus tabúes y miedos. Gozar de ella y con ella en los planos físico y espiritual.

miércoles, 21 de septiembre de 2022

Y recuerdo bien esa noche oscura y tormentosa...

 

“… te agradezco tu mensaje de felicitación.
Sabes que te llevo siempre en mi mente y en mi corazón.”

Así respondí a las felicitaciones que me dejaste por mi cumpleaños, pero no he decidido si enviarte también estas líneas. Porque debería comenzar precisando algunas cosas. La primera: me sorprendió muchísimo recibir tu solicitud de amistad. Más después de dejarte plantado aquella vez que yo misma te cité, resignada a no volver a saber nada de ti después, aunque vi que compartíamos amigos en las redes. Casi no reacciono a tus publicaciones, pero las sigo siempre, reconociendo en ellas ese suave erotismo con que me trataste en las dos únicas veces que nos tratamos. La segunda: no miento cuando digo: “te llevo siempre en la mente”. ¿Cómo olvidar a quien me acarició los senos como nadie, ni yo misma, lo ha conseguido?

Recuerdo todo de aquel día y, sobre todo, de aquella noche. Después de la hora de comer fui a tu escuela a visitar a Tere, compañera tuya, quien nos presentó en una fiesta donde coqueteamos un poco. Nos encontraste en gran plática en la cafetería y te uniste a nosotras. Ya empezaba a hacerse tarde y amenazaba lluvia, así que les ofrecí llevarlos en mi carro a la estación del metro más cercana, incluyendo a Claudia, una amiga de ustedes, a quien nos encontramos en la salida. 

                Lo que parecía que iba a ser una lluvia ligera se convirtió en una tormenta eléctrica y granizo con vientos huracanados que colapsó por horas la ciudad entera y la red de telefonía celular: calles inundadas, avenidas bloqueadas por árboles caídos, postes y cables, además de accidentes de tránsito por doquier y apagones generalizados nos fueron desviando por rumbos desconocidos y medio sórdidos, donde finalmente el sistema eléctrico de mi carrito sucumbió a las calles encharcadas. Quedamos cerca de un hotel de ínfima categoría que sólo tenía una habitación disponible. Tras lograr avisar a nuestras casas que estábamos bien, pero aisladas por la tormenta, nos “hospedamos”, intimidadas por la mirada de envidia lujuriosa del recepcionista cuando te dio la llave al verte acompañado de tres mujeres. 

                El cuarto resultó tan deprimente como las calles de alrededor. Su único mobiliario era una mesa sin sillas y dos camas matrimoniales, además de un pequeño baño que no invitaba precisamente a usarlo. Claudia y yo no nos conocíamos; como la pobre estaba al borde del colapso nervioso, decidió que ella y Tere compartirían una de las camas, se quitó los zapatos y de inmediato cayó profundamente dormida sobre las mantas delgadas. Teresa no tardó en acompañarla, dejándonos en la embarazosa situación de quedarnos casi a oscuras, sentados en la cama conversando de todos los gustos que nos descubrimos en común sobre libros, películas y música. 

                Empezamos a hablar en susurros para dejarlas dormir y por eso nos fuimos acercando hasta quedar muy próximos. Sentí cómo iba creciendo la tensión, pero aun así me sobresalté cuando me dijiste al oído: “me gustas mucho”. No me moví, dejé que recorrieras mi cuello con tus labios mientras me abrazabas por la espalda. Pronto estuvimos completamente bajo por la manta como adolescentes primerizos. Desabotonaste mi blusa sin prisas; yo te ayudé a quitarme el bra, y por la forma en que admiraste mis senos olvidé el miedo a que me los maltraten, tan sensibles ellos. Comenzaste delineando mis pezones con la suave piel de tu pulso y las areolas con las yemas de tus dedos, como si los leyeras en braille, alternando caricias con besos muy ligeros y suaves toques con la punta de la nariz. 

                Todo iba muy bien, pero al momento en que desabrochaste mis jeans me empecé a sentir incómoda. Incómoda por no estar solos, por el lugar tan poco adecuado, por estar segura de que al menos Tere nos estaba escuchando, por no saber cómo me iba a bañar después de que hiciéramos el amor. “Me cohibí”, alcancé a susurrar. Sin decirme una sola palabra, comenzaste a reordenar mi ropa con ternura, sin chantajes ni recriminaciones. Si hubieras insistido quizás habría accedido a seguir, pero en ese momento me sentí tan amada y protegida, que casi en seguida me dormí en tus brazos. 

                A la mañana siguiente amaneció con un increíble buen tiempo y por suerte el auto arrancó sin problemas. Resultó que no estábamos lejos de una línea del metro. Casi no conversamos en el corto trayecto, pero sé que coincidimos en no intentar vernos ese mismo día. Al despedirnos te cité para el día siguiente en el café-librería del que resultamos ser clientes asiduos. 

                Ese día y el siguiente estuve pensando. En mi novio, en que nunca he sido una chica de irse a la cama a la primera, en tantas cosas... Abrumada, decidí cortar por lo sano, aunque implicara recurrir al peor recurso: dejarte plantado, lo que siempre he considerado como la peor patanada que se le puede hacer a nadie. Y en el pecado llevé la penitencia: me quedé con la duda de cómo sería hacer el amor contigo, siempre comparando las nuevas caricias con las tuyas, siempre con la duda de cuántas veces me habrías llevado al éxtasis de habernos visto otra vez... 

                Y ahora, que sabes mi versión de la historia, me gustaría saber si tú también fantaseas como yo con que hacemos el amor, si te acuerdas de mis boobies y te excitas tanto como yo pensando en que las acaricias de nuevo y nada te detiene para mirarme, tocarme y besarme toda, dándome esas caricias con las que lograrías que me entregara a ti sin dudas ni temores... ¿Me deseas tanto para masturbarte pensando en mí como yo lo hago?, ¿fantaseas que soy yo con la que tienes sexo cuando te acuestas con otras? Me encantaría saber que tu respuesta es un “sí”. 

 tuya por siempre

Pati


>>mensaje enviado>> 

  

martes, 13 de septiembre de 2022

Suaves jadeos
contemplando el cielo
tras el orgasmo.