la foto es de Robb Debenport, tomada de www.debenport.com
Para mí "poseer a una mujer" es la posibilidad de adentrarme en la intimidad de su alma a través de la intimidad sexual. No quiero sólo abrirle las piernas y penetrarla: quiero entrar en ella cabalmente, fundirme en sus secretos al hacerle el amor, conocerla enteramente y apreciar esos secretos que sólo muestra una mujer cuando se apasiona y gracias al placer libera sus tabúes y miedos. Gozar de ella y con ella en los planos físico y espiritual.

jueves, 21 de junio de 2018

La dentista


Estoy intrigado. Escuché a un sexólogo pontificando: -- ...parece presuntuoso pretender patentar perversiones...-- (p... p... p... puras palabras principiadas por “p”. Me pregunto cuál etiqueta le podría Don Especialista a la mía: Me encanta ir con la dentista para fantasear mientras estoy en la consulta, literalmente a su merced.
Quizás haya algo del "fetichismo de la enfermera”, pero no me tachen de masoquista, que no es el caso. ¿Vouyerismo? Tampoco, cuando el reflector, su mascarilla, los anteojos y la bata me restringen la vista.

Fue una fortuna encontrarla. Excelente profesionista, gentil y guapa, aunque algo delgada para mi gusto. En especial me atraen su mirada y sus manos fuertes y al mismo tiempo delicadas (también es pianista). Entrando en la tercera década, de modales suaves, voz sensual y además divorciada, no es difícil entender que sea el tema de fantasías cada vez más elaboradas.
Mi imaginación se empieza a desbocar al momento de ocupar el sillón de verás cómodo que se amolda al cuerpo dejándolo en una posición relajada, mientras espero que se desarrolle el ritual: anticipo sus manos sobre mi cara para darle el ángulo adecuado, como si recibiera una caricia de sus dedos enguantados mientras apoya sus senos en mi hombro cuando busca la mejor posición para trabajar.

Siempre me pregunto si lo hace a propósito, calibrando mi resistencia, o es por coquetería innata. ¿Cómo explicar que se empeñe en susurrar canciones de La Oreja de Van Gogh tan cerca de mi boca abierta?, ¿se dará cuenta cuanto me excita comerme su aliento que llega a través del tapaboca? ¿Qué no se percata cuán atrevida es la forma en que desliza su cuerpo sobre el mío cada vez que ajusta el reflector o los controles del taladro? ¿Sabrá acaso del deleite que me causa cuando hace resbalar su falda junto a mis manos inmóviles en las braceras?

Me complace pensar que se perfuma el cuello y el busto para recibirme, con ese aroma tan delicado. Me gustaría liberar sus orejas pequeñas de la liga de la mascarilla y besarlas para curarlas de sus marcas... pero mi boca está anestesiada, ¿cómo besar algo tan delicado con los labios entumidos y sabor a cemento dental? El babero y el extractor de saliva tampoco son muy propicios para una escena amorosa...

Al no estar en condiciones de besarla como y donde yo ansío, trato de idear otras formas de seducirla. Podría empezar levantando una mano para tocarla pero... ¿y si lo interpreta como que estoy indicándole una molestia? Tendría que ser un avance que no dejara lugar a dudas ¿...y si le resulta burdo? Quizá si apoyara la mano sobre su cadera... El desenlace de la fantasía depende del estado de ánimo que le aprecie en el momento... a veces es receptiva, a veces no, pero.... ¡cómo la deseo teniéndola tan cerca!

Debo aclarar que cuando hablo de “desearla” no estoy entendiendo “querer poseerla” en el sentido de imponerle mi dominio manoseando su cuerpo o de una mera morbosidad por conocer la forma de sus senos o saber cómo son sus orgasmos. Para mí “poseer” es la posibilidad de adentrarme en la intimidad de su alma a través de la intimidad sexual. No quiero sólo abrirle las piernas y penetrarla: quiero entrar en ella cabalmente, fundirme en sus secretos al hacerle el amor, conocerla enteramente y apreciar esos secretos que sólo muestra una mujer cuando se apasiona y gracias al placer libera sus tabúes y miedos. Gozar de ella y con ella en los planos físico y espiritual.

Por eso aderezo mi imaginación con diálogos en que ella se muestre complaciente y dispuesta a que ambos tengamos una fiesta con su entrega:

Ella (asombrada y desafiante al percatarse de la caricia): --¿¡Qué haces!?--
Yo (tímido): --Tratando de estar a la altura de las circunstancias--
Ella (arrogante): --Mis circunstancias están húmedas--
Yo (aliviado y excitado): --Pues quiero estar a la altura de ellas...--

Pero la realidad se impone. Sigo tratando de resolver el problema del sillón: aunque cómodo es estrecho y rodeado de estorbos: el reflector, la charola del instrumental, las llaves de agua. La salita de espera justo al lado, y casi siempre llena de pacientes, me cohíbe, y me carcome la duda de qué pasaría si no fuera capaz de satisfacerla.
Me conformare, pues, con seguir forjando fantasías y me despediré conforme manda el decoro de la relación doctor-paciente. Hasta la próxima consulta...