la foto es de Robb Debenport, tomada de www.debenport.com
Para mí "poseer a una mujer" es la posibilidad de adentrarme en la intimidad de su alma a través de la intimidad sexual. No quiero sólo abrirle las piernas y penetrarla: quiero entrar en ella cabalmente, fundirme en sus secretos al hacerle el amor, conocerla enteramente y apreciar esos secretos que sólo muestra una mujer cuando se apasiona y gracias al placer libera sus tabúes y miedos. Gozar de ella y con ella en los planos físico y espiritual.

miércoles, 29 de junio de 2022

Suave dosel
tu falda floreada
sobre mi nuca.

miércoles, 22 de junio de 2022

¡Sorprendeme!

 

Esa tarde había terminado a buena hora todo lo que tenía programado trabajar para la jornada. Me di un buen baño y salí a la tienda de la esquina para comprar alguna golosina. No era porque en realidad la quisiera, sino que me gusta salir a caminar un poco y de paso ver a Jazmín, la dependiente, dueña de un derriere de ensueño que suele lucir con ropa muy ajustada. Tuve suerte: ese día vestía unos leggins blancos que ahora no cubría (como solía ocurrir) bajo una blusa larga.

                Me quedé un rato haciendo tiempo curioseando los mostradores de la tienda y las piernas de Jazmín. En eso llegó Karina, una atractiva vecina maestra de danza que daba clases de ballet en un estudio en su casa, hasta que la pandemia la obligó a cerrar su local. Nos saludamos mientras ella compraba un six de cervezas y algunas botanas saladas. Salimos de la tienda, y me pareció ver que ellas intercambiaron miradas de complicidad al momento de despedirse. Empezamos a caminar juntos rumbo a nuestras respectivas casas cuando de pronto, me preguntó a bocajarro:

 –Te gusta Jazmín, ¿verdad?

Sin saber por qué, contesté con absoluta sinceridad: –Se me antojan sus nalgotas. –No me dio tiempo de asombrarme de mí mismo por contestar así, cuando Karina prosiguió:

–Pues las tuyas no están nada mal.

                 Me dejó sin habla. Si bien es cierto que mis glúteos aún son muy firmes por años de natación nunca esperé ser piropeado de esa manera. De cualquier forma, no tuve mucho tiempo para estar asombrado, porque en seguida me dijo.

–No te hagas ilusiones con ella: es gay. Alguna vez se acercó a mis clases y pudimos intimar un poco. La verdad es que sí tiene un cuerpo de campeonato, pero no es muy mi tipo.

Debo haber puesto cara de bobo, porque en seguida añadió:

–No todo lo que se dice de mí y mi mala fama es cierto, pero sí hay cosas que pocos saben, como ésa que te acabo de decir. Anda, vamos a mi casa, te invito una cerveza para que se te baje lo ruborizado.

                Pasamos al salón donde daba las lecciones de ballet, ahora acondicionado con muebles cómodos y pantallas de video estratégicamente distribuidos para aprovechar al máximo los enormes espejos de las paredes. Quitó dos cervezas del paquete y puso el resto en el frigobar junto al gran equipo de sonido, que encendió para poner un cd de jazz tocado con saxofón.

                Nos sentamos uno frente al otro en sillones tipo puff muy cómodos mientras conversábamos de trivialidades y pasábamos a beber licores más fuertes. Ya en confianza gracias al alcohol, la conversación derivó a temas cada vez más candentes. Me confesó que su vida íntima se había visto muy restringida por la pandemia, pero que el sexo virtual la aburrió muy rápido. Sobre todo, le molestaba que se le acercaran con el típico “te enseñaré a gozar”, –como si una no supiera –me dijo. Estuve de acuerdo; le comenté que si algo había aprendido era que lo mejor que podía hacer uno con una mujer sólo era ayudarla a alcanzar el éxtasis y gozarlo con ella.

                Ella descruzó las piernas, me miró con picardía y de pronto dijo: –Sorpréndeme.

                Le pedí que se acercara. Metí las manos bajo su blusa y la tomé de la cintura, deslizándolas hasta llegar a las costuras del sujetador. Bajé de nuevo acariciando su costado y de vuelta hacia arriba le levanté la blusa, se la quité y seguí subiendo para acariciar su rostro y soltarle la coleta. No podía dejar de cambiar mi vista entre ella y sus muchas imágenes que reproducían los espejos. Bajé acariciando su espalda y palpé con entusiasmo su trasero. Me sorprendió cómo se sentía todo su cuerpo. Siempre había imaginado que las bailarinas tenían los músculos muy tensos y a flor de piel. Pero el cuerpo de Karina resultó muy suave al tacto, además de que olía delicioso.

                A continuación la despojé de sus pantaloncillos, aprovechando para recorrer sus largas piernas. Me quedé viéndola vestida sólo con su lencería juvenil color pastel y sus zapatillas deportivas blancas. La admiré de frente y en todos los ángulos gracias a los espejos. Me encantaron sus senos pequeños y firmes. Para besarlos, la traje hacia mí sosteniéndola firmemente de sus bien torneadas nalgas, y con la boca fui haciendo a un lado su sostén.

                No me contuve y empecé a lamer y chupar sus pezones pequeñitos, que ya en ese momento estaban erectos y endurecidos. La hice que se sentara en mis piernas. Besé su cuello; con una mano acariciaba alternadamente sus senos y con la otra su sexo. Lo apreté suavemente, busqué sus contornos y los presioné hacia arriba haciendo una pinza, volviendo a recorrer sus ingles de un lado y del otro empujando hacia el centro, donde me tardaba frotando rápidamente arriba y abajo.

                Mi excitación creció al escuchar cómo su respiración se hacía más lenta y profunda, convertiéndose en suspiros y luego en gemidos ahogados. Mis dedos comprobaron la humedad que trasminaba por la tela de sus boxers; me los olí y luego se los acerqué para recorrer sus labios antes de besarla por primera vez.

                La recosté de espaldas en un diván próximo. Tiré suavemente hacia arriba la tela para que los contornos de entrepierna se dibujaran nítidamente y luego empecé a bajar toda la prenda. Pero no del todo, los dejé entre sus rodillas para impedir que separara las piernas. Y así juntos levanté sus muslos hasta su torso e hice que se los sujetara con las manos.

                A mi vista se desplegó la vulva más hermosa y besable que hubiera conocido. Junté las uñas de mis manos y las introduje con delicadeza en el surco central separando hacia los lados los ya enrojecidos labios mayores. No me contuve para besar, lamer, chupar y paladear aquella puerta al paraíso. En eso los gemidos de su primer orgasmo dieron paso a un: “tú, tú, tú”…

                Su posición favoreció una penetración muy profunda. Le mantuve sujetas las piernas contra su torso hasta que decidí liberarla para que gozará a su gusto con sus variaciones preferidas. Perdí la cuenta de sus orgasmos y del tiempo que estuvimos haciendo el amor como locos. Finalmente me empezó a cabalgar sabiendo que ya estaba al punto del clímax, que alcancé sujeto de sus senos y mirando todos sus ángulos en los espejos de alrededor

                Estuvimos acostados lado al lado recuperando el aliento. Al momento de salir de ella, me comentó:

–¿Te parece si sondeo a Jazmín para organizar un trío?



viernes, 17 de junio de 2022

Leyendo en braille
tus areolas orladas de cabuchones.