la foto es de Robb Debenport, tomada de www.debenport.com
Para mí "poseer a una mujer" es la posibilidad de adentrarme en la intimidad de su alma a través de la intimidad sexual. No quiero sólo abrirle las piernas y penetrarla: quiero entrar en ella cabalmente, fundirme en sus secretos al hacerle el amor, conocerla enteramente y apreciar esos secretos que sólo muestra una mujer cuando se apasiona y gracias al placer libera sus tabúes y miedos. Gozar de ella y con ella en los planos físico y espiritual.

jueves, 10 de marzo de 2022

Un breve reencuentro

 

             Basado en un original escrito por mi buena amiga M. V.

 

 

Carolina viajó para encontrarse con Emilia, su mejor amiga, a la ciudad donde ambas se conocieron. A pesar de que quería ahorrar, decidió no quedarse con los familiares de su amiga, y se alojó en un hotel, aunque no tuviera ni la comodidad ni la privacidad a las que estaba acostumbrada. Decidió tomarlo como uno de sus viajes de aventuras, emocionada por estar en la metrópolis que no visitaba desde hacía años.

            Luego de ponerse al día con sus vidas, visitaron a varias de sus amistades en común entre ellos a André, un antiguo conocido más o menos cercano del pasado, pero con quien Carolina nunca se animó a más, ya que su instinto le decía que, aunque ella lo disfrutaría mucho, él sólo le ofrecía pasarla bien. Pero esa noche decidió finalmente dejarse llevar por unas ganas que la consumían desde hacía varios años. Esperaron a que él finalizara su turno en el trabajo y fueron a comer, luego a compartir y tomar algunos tragos. Luego de que Emilia se retiró, Carolina y André se quedaron un rato más para seguir bebiendo, escuchar música y cantar. Carolina, creyendo que las cuatro horas de distancia que separaban sus hogares la pondrían a salvo de aquello que sus corazonadas siempre le habían advertido, le susurró a André que quería estar con él: sólo sexo sin compromisos.

             Fueron a casa de André en zonas aledañas de la ciudad; algo sencillo, pero suficiente para estar cómodos. Ella intentó mantener la distancia emocional, –¡sólo sexo!, se repetía a sí misma–. Percibió la suave y cálida piel de André, sus besos y caricias, y ya no se detuvo; se sentía tan bien que incluso empezó a perderse en medio de una neblina, en donde únicamente la guiaba el placer. Sólo pedía ser poseída, tenerlo dentro... y, al momento en que él lo hizo, ella perdió la razón. Únicamente le quedaron nebulosos recuerdos de un dulce dolor al sentir su miembro entrando en ella, de él intentando silenciar sus gemidos con su mano mientras empujaba cada vez más adentro; de ser puesta boca abajo bruscamente para ser penetrada salvajemente mientras él mordía su espalda y jalaba su cabello, de morder el colchón al momento del orgasmo mientras él seguía sin piedad alguna… y luego verlo acostado a su lado, sin un recuerdo completo de lo que había pasado. ¡Le encantó! ... y entró en pánico, así que se excusó y tomó un taxi de vuelta adonde se estaba hospedando.

 

Por la mañana, Carolina pretendió que no había pasado nada, aunque su cuerpo se encendía de nuevo cuando evocaba lo ocurrido. Salió con Emilia a seguir conociendo y visitar a varios amigos, pero sólo tenía en mente cuánto había gozado con André, tanto que se animó a confesarle lo que pensaba; total, se iría de la ciudad, ¿qué podría pasar? Pero él no se encontraba disponible, así que no le quedó de otra más que continuar como si nada.

             La noche siguiente sería la última de Carolina en la ciudad, y de verdad lo único que quería era pasarla con André. No podía sacarlo de su mente, así que se atrevió a pedirle otra vez que se reunieran, aun temiendo que nuevamente dijera que no. Y casi saltó de alegría cuándo le respondió que sí, pero que se quedara toda la noche. Ok, ya tenía la respuesta que quería. Carolina y Emilia se encontraron en un bar; Caro no quería lagunas en sus recuerdos, así que se abstuvo de beber alegando que había tomado una pastilla para el dolor. Cuando finalmente Emilia se retiró, Carolina, muy emocionada, corrió a su cita, aunque sin demostrar que estaba realmente muy feliz, tanto que él llegó a pensar que algo la molestaba.

            Aunque se había autoimpuesto la regla de “nada sin condón”, sin importarle si André tenía o no el preservativo buscó complacerlo con su boca de la misma forma en que ella se sentía complacida. Caro disfrutaba escuchar sus gemidos mientras metía en su boca todo lo que le cupiera, aunque le daba miedo hacerle daño. Y cuando esperaba ansiosa el momento en que llegara en su boca, él se la quitó de encima y la tiró contra la cama. Tuvo sentimientos encontrados: quería complacerlo oralmente, pero a la vez deseaba tenerlo dentro, así que se dejó llevar. Después de que la penetró, sólo logró captar nebulosas escenas de cómo le agarraba la pierna levantándosela para entrar más profundamente, haberse quejado cuando le mordió uno de sus pezones, y luego cómo se colocaba por completo sobre ella haciendo palanca con sus hombros para llegar hasta el fondo a plena satisfacción… eso la perdió completamente, ya no recordaba nada más sino que él había terminado y ella estaba sin aliento.

             Luego de haber quedado exhausto, André se recostó a su lado, la abrazó y se dispuso a dormir. Ella no podía: estaba tratando de armar el rompecabezas mentalmente; “¿cómo es posible que no recuerde? ¡Esta noche no tomé, quería recordarlo!… ¿acaso él me vuelve tan loca que me borra la memoria?”. Al día siguiente, Carolina se despierta con más ganas que nunca, tenía muchos años sin encontrarse a alguien con quien fuese compatible en la cama... pero se habían quedado dormidos; André tenía que trabajar, y ella irse a alistar las maletas para el viaje de regreso. Se despidieron con un simple beso, mientras ella por dentro gritaba que quería más, mucho más.